Las Escuelas de Negocios para Agricultores convierten a los pequeños agricultores en empresarios y aumentan su resiliencia

Integrantes del proyecto Medios de Subsistencia y Asociación Ambiental de Concepción preparan dulces de camote para la venta en su comunidad de Danao, Bohol, Filipinas. De izq. a der.: Felipa Bantilan, Jocelyn Torrejos, Maribel Parahingo y Nissa Madura. Foto: Sara A. Fajardo para el CIP

Los agricultores rurales de Filipinas se están reinventando: de haber sido pequeños agricultores ahora son empresarios procesadores de alimentos gracias al enfoque de aprendizaje participativo conocido como Escuelas de Negocios para Agricultores. Implementadas por el proyecto Resiliencia Alimentaria mediante los Cultivos de Raíces y Tubérculos en las Comunidades de Tierras Altas y Costeras del Asia Pacífico (FoodSTART+ por sus siglas en inglés), del Centro Internacional de la Papa (CIP), la metodología de estas escuelas profundiza en los agricultores la comprensión de las cadenas de valor al tiempo que les proporciona la capacitación que requieren para identificar las oportunidades de mercado, desarrollar nuevas líneas de productos y emprender sus negocios propios.

Arma Bertuso, Asociada Principal de Investigación del CIP, comparte sus impresiones sobre esta innovadora tecnología.

¿Cómo se desarrolló este enfoque por primera vez?

Fue desarrollado por primera vez por el CIP en Indonesia en 2008 a través de un proyecto financiado por el Centro Australiano de Investigación Agrícola Internacional para ayudar a los agricultores a convertirse en empresarios y vincularlos con los diferentes actores a lo largo de la cadena de valor. Combina dos enfoques: el modelo de las Escuelas de Campo para Agricultores, que se enfoca en la producción de los cultivos, y el Enfoque Participativo de Cadenas Productivas (EPCP), una plataforma para que los agricultores interactúen con los diferentes actores de la cadena de valor. Durante los diez meses de capacitación, los agricultores llevan a cabo evaluaciones de mercado, identifican artículos y productos que pueden desarrollar para vender, desarrollan sus propias líneas de productos a partir de materias primas, y aprenden a comerciar y negociar los precios para esos productos. Cada grupo desarrolla un negocio o empresa que inauguran el día de su graduación lo que duplica su lanzamiento comercial.

¿Por qué los agricultores necesitan aprender a participar en el mercado?, ¿no es algo que ellos ya saben?

En realidad, no. Los agricultores cultivan sin la certeza de tener un mercado para sus productos. Tradicionalmente, los agricultores tienen mínimas habilidades comerciales, ningún o limitado acceso a los mercados, acceso inadecuado a la información de los mercados y, principalmente, dependen de los intermediarios para establecer los precios de sus productos. Los participantes de las Escuelas de Negocios para Agricultores, sin embargo, aprenden sobre mercados. “Usted nos enseñó como participar en el mercado, cómo entender el mercado”, nos dicen. La capacitación los ayuda a conocer dónde comercializar su producto y cómo negociar mejor los precios para ese producto. Gracias a las Escuelas han aprendido cómo desarrollar líneas de productos y añadir valor a los cultivos/productos que producen.

Jaykinne Palogan, izq., y Jenny N. Gacus preparan chips de yuca con otros miembros de la comunidad Binokyahan en Tacloban, Filipinas. Sara A. Fajardo para el CIP

Ud. Trabaja con agricultores y pescadores de comunidades rurales, ¿cómo los beneficia el enfoque de las Escuelas?

La mayoría de agricultores y pescadores con los que trabajamos son pequeños propietarios que viven en áreas remotas, lo que puede dificultar la llegada de sus productos al mercado. Las raíces frescas pueden durar desde unos pocos días a unos cuantos meses después de la cosecha, pero si se desarrollan líneas de productos, pueden prolongar su vida útil a la vez que se les añade valor y generan ingresos adicionales. Vea por ejemplo a nuestro socio, el INREMP (Proyecto Integrado de Recursos Naturales y Gestión Ambiental), que se enfoca en la protección de cuencas hidrográficas en un área montañosa de Filipinas. ¿Puede imaginarse los costos de transporte para un agricultor de una zona remota que quiera llevar a vender al mercado 50 kilos de camote? Si se les enseña a los agricultores cómo hacer productos alimenticios de valor agregado como chips, bebidas o mermeladas, no van a necesitar llevar 50 kilos de camote al mercado sino productos terminados que incluso alcanzan mejores precios.

La mayoría de participantes de estas Escuelas son mujeres; ¿cómo ayuda este modelo a empoderarlas?

Sí, 50 a 80 por ciento de nuestras participantes son mujeres, dependiendo del grupo. Recuerdo una entrevista con un grupo de la escuela de productores de yuca donde las mujeres decían: “no esperamos miles de pesos en ingresos de lo que estamos haciendo, pero estaremos contentas si podemos ganar cientos”. Antes de asistir a la Escuela, ellas confiaban que sus maridos conseguirían dinero para atender los gastos de sus hijos, pero ganar aunque sea una pequeña cantidad de dinero les da el poder de tomar algunas decisiones financieras dentro de la familia.

Integrantes de la Cooperativa Multipropósito de Lundag Eskaya: Jenelie Sandigan, izq, y Kika Lague, der., con uno de los diez diferentes sabores de los chips de camote que se producen en la comunidad Lundag Pilar en Bohol, Filipinas. Sara A. Fajardo para el CIP

¿Por qué es tan importante el aspecto del grupo para la Escuela de Negocios para Agricultores?

Cuando los agricultores trabajan como un grupo, tienen más poder de negociación que cuando lo hacen como individuos. Al trabajar y vender juntos pueden producir en mayores cantidades haciéndolos más competitivos en el mercado abierto.

¿Cómo beneficia la Escuela a los agricultores y a las empresas?

Necesitamos enlazar a los agricultores con otras partes involucradas en la cadena de valor. En 2015 organizamos una mesa redonda con las industrias y empresas privadas para identificar sus desafíos. Una de sus necesidades básicas era el suministro constante de materias primas, especialmente cultivos de raíces. Cuando se venden productos a una empresa, el volumen y la consistencia de los suministros son esenciales. Por ejemplo, cuando se abastece a un supermercado, no se le puede proporcionar un ciento de bolsas de chips el primer mes y no tener existencias el mes siguiente. Los participantes de una Escuela de Negocios para Agricultores como grupo podrían proporcionar esa necesidad de volumen. Trabajamos en ambos extremos de la cadena de valor.

¿Cómo trabaja el CIP para generalizar esta metodología?

El CIP ha venido mejorando el modelo de las Escuelas de Negocios para Agricultores en Asia a través del proyecto Resiliencia Alimentaria mediante las Raíces y Tubérculos en las Comunidades de Tierras Altas y Costeras del Asia-Pacífico (FoodSTART+ por sus siglas en inglés) y en la primera fase del proyecto. Trabajamos con agencias gubernamentales a través de proyectos de préstamo del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) para ayudar al escalamiento y generalización del enfoque de las Escuelas, y al mismo tiempo ayudarlos a lograr algunos de sus objetivos, como la resiliencia económica. Durante la primera fase de FoodStart, un proyecto de préstamo del FIDA que comenzó en 2012 con seis de estas escuelas piloto que formaron y comenzaron negocios creció a casi 100 grupos de Escuelas de Negocios para Agricultores para 2015. En nuestra segunda fase, como FoodSTART+, estamos trabajando mediante socios para implementar la metodología de estas escuelas con cuatro proyectos de inversión del FIDA en la India, Indonesia y Filipinas. Más allá de eso, otros socios como la Universidad Estatal de Visayas, en Filipinas, también han adoptado el modelo de estas escuelas y actualmente lo están implementando con otros organismos no gubernamentales para llegar incluso a más agricultores.

El modelo de las escuelas de negocios ¿solo sirve para los cultivos de raíces?

No, las Escuelas de Negocios para Agricultores son un producto neutral. Enseñan a los agricultores a desarrollar e innovar nuevos productos. Proporcionamos la capacitación y les mostramos las habilidades que necesitan para tener éxito. Depende de ellos desarrollar diferentes productos utilizando el producto con el que trabajamos o incluso expandiéndose a otros productos. En Filipinas trabajamos con cultivos de raíces porque son esenciales para combatir el cambio climático y garantizar la seguridad alimentaria, pero estas Escuelas se pueden usar en otros cultivos y productos. Los anteriores participantes de estas Escuelas en Filipinas tomaron lo que aprendieron y lo aplicaron al arroz tradicional, al corte de flores, a la artesanía, incluso a la herrería. También se han adaptado como Escuelas de Negocios relacionadas con el agua para trabajar con pescadores y sus productos marinos.

Las Escuelas de Campo para Agricultores se están probando en Filipinas, India e Indonesia como parte del proyecto FoodSTART+ con el valioso financiamiento del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y la Unión Europea.

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