Las Innovaciones Ayudan a Agricultores Andinos a Mejorar su Seguridad Alimentaria y sus Ingresos

Donante: Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (IFAD en inglés)

Países: Bolivia, Ecuador y Perú

La agricultora Madelaine Rodríguez ha aprendido varias formas de mejorar la producción de sus campos de papas en Huarochirí, en las alturas andinas al este de Lima, Perú. Sabe cómo seleccionar y almacenar semillas sanas de papa para la siguiente temporada y cómo acondicionar una barrera de plástico alrededor de sus campos para evitar que los gorgojos dañen los tubérculos, entre otras buenas prácticas. Y es que Madelaine es una de los más de 30 agricultores de Huarochirí, y cientos de toda la región que han participado en las escuelas de campo para agricultores conducidas por el CIP y sus socios locales.

“Hemos aprendido cosas que no sabíamos antes. Acostumbrábamos a cultivar a nuestro modo, pero ahora lo estamos haciendo mejor”, reconoce.

Madelaine Rodríguez aprendió cómo mejorar su producción de papa en Huarochirí, Perú.
El CIP y sus socios enseñaron cómo mejorar su producción de papa y conferir resistencia agrícola a más de 1,200 agricultores andinos.

Madeleine es una de los aproximadamente 1,200 pequeños agricultores que participaron en un proyecto de dos años denominado “Fortalecimiento de la Innovación para Mejorar los Ingresos, la Seguridad Alimentaria y la Resiliencia de los Agricultores de Papa en Bolivia, Ecuador y Perú”, apoyado por IFAD. André Devaux, Director Regional del CIP de América Latina y el Caribe, dice que la iniciativa está ayudando a los agricultores a adoptar tecnologías y enfoques que los investigadores del CIP han desarrollado y validado  en las dos últimas décadas. El proyecto ha facilitado el desarrollo de mecanismos de colaboración para ayudar a los gobiernos locales y programas nacionales  —como el Proyecto Sierra y Selva Alta, del Ministerio de Agricultura y Riego del Perú, y organizaciones no gubernamentales como ADERS Peru — a usar esas innovaciones de manera que añadan valor a los proyectos de IFAD en la región.

Además de proporcionar herramientas y conocimientos a los agricultores para que mejoren su producción de papa, el CIP ha fomentado el cultivo de variedades de papa nativas al tiempo que evaluaba el valor nutricional y comercial de las variedades locales, y usaba un enfoque de mercado participativo para ayudar a los agricultores a llegar a los mercados urbanos con esos coloridos tubérculos. El CIP ayudó a los agricultores de Huarochirí a asistir a la feria gastronómica anual Mistura, en Lima, donde vendieron papas nativas secas que se utilizan en combinación con cerdo, pollo y otros ingredientes para preparar un sabroso plato peruano llamado carapulcra, e hicieron contactos con representantes de restaurantes.

Uno de esos agricultores, Ceferino Pomalia, explica: “la venta de papas ayuda a que nuestra comunidad mejore sus hogares y la educación de sus hijos”.

La asociación de agricultores de Huarochirí es uno de los 15 grupos participantes en Perú y de los aproximadamente 40 en los otros dos países. En Bolivia, donde el CIP se asoció con ACCESOS y Plan Vida, dos programas del gobierno, los agricultores han aprendido a producir semilla de papa de calidad para mejorar su producción de 23 variedades nativas y comerciales del tubérculo. El CIP se está basando en iniciativas previas para promover el consumo de papas nativas como una manera de ayudar a los agricultores a conservar la biodiversidad de la papa al mismo tiempo que aprovechan su potencial para mejorar los ingresos y la nutrición en las comunidades de altura.

Los agricultores Ceferino Pomalia, Gerardo Castillo y Jorge Capistrano en la feria gastronómica Mistura en Lima, Perú.
La agricultora boliviana Gaby Quispe aprendió a seleccionar y multiplicar semillas sanas de papa.

La iniciativa también ha trabajado con agricultores y socios con el fin de evaluar las variedades mejoradas con resistencia al tizón tardío y con cualidades climáticamente inteligentes, como las variedades Kawsay, mejorada por el CIP en el Perú; Libertad en Ecuador, y cuatro variedades en Bolivia, en colaboración con la Fundación PROINPA. Los agrónomos también han ofrecido capacitación en manejo integrado de plagas y enfermedades, como el uso de una herramienta de apoyo a la decisión desarrollada por el CIP para controlar el tizón tardío, que permite a los agricultores adoptar el uso de fungicidas a variedades y condiciones climáticas específicas, reduciendo así el número de aplicaciones de estos productos, lo que da como resultado ahorros significativos y una menor huella ambiental.

El coordinador del proyecto en Ecuador, Claudio Velasco, menciona el ejemplo de la asociación de agricultores de Tiupitian, en la provincia ecuatoriana de Bolívar, cuyos miembros mejoraron sus rendimientos al utilizar semillas de papa más saludables y reducir la cantidad de fungicidas usados para controlar al tizón tardío. Esto ha conllevado a mejores cosechas y menores costos de producción, lo que permitió a la asociación pagar una deuda que tenían pendiente.

Claudio informa que el CIP colabora con el programa Buen Vivir Rural del Ministerio de Agricultura y Ganadería Buen Vivir Rural de Ecuador así como también con los gobiernos municipales y provinciales y otros socios. Tanto Velasco como Paola Flores, coordinadora del proyecto en Bolivia, señalan que los gobiernos locales han comenzando a incorporar en sus propios programas de extensión para los agricultores las tecnologías y enfoques introducidos por el CIP lo que garantizará que esas innovaciones continúen siendo difundidas después de la conclusión del proyecto en 2018.

“Creo que estamos estableciendo las bases para que los actores locales continúen el trabajo que hemos comenzado”, afirma Claudio.

En los tres países el CIP está trabajando con los ministerios de agricultura y educación para otorgar certificados a los participantes del proyecto que han adquirido importantes competencias agronómicas y que puedan servir como extensionistas en sus áreas. Una de esas agricultoras es Gaby Quispe, de la comunidad de Huañajahuira, en la municipalidad boliviana de Patacamaya. Ella espera ser certificada como experta rural en producción de semillas y trabajar con el Programa Nacional de Papa.

“Estoy muy contenta de haber aprendido estas cosas, quiero ir a otras comunidades y compartirlas con mis hermanas y hermanos agricultores”, subraya.