Un experimento conducido por investigadores del Centro Internacional de la Papa (CIP) para determinar si se puede sembrar papas en Marte no solo ha producido resultados alentadores para las propuestas de llevar papas al Planeta Rojo, sino que además ha suministrado valiosa información a los esfuerzos que realiza el CIP para producir alimentos en tierras marginales de nuestro planeta.
La Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) se ha propuesto enviar gente a Marte para 2030, mientras que la posibilidad de establecer presencia humana a largo plazo en el Planeta Rojo ha llevado a los científicos a investigar la factibilidad de cultivar papas allí. Los investigadores del CIP en 2016 llevaron a cabo un experimento para ver si la papa podía crecer en el inclemente suelo de las Pampas de la Joya –una parte hiperácida del desierto costero del Perú— que se considera lo más parecido al suelo marciano en la Tierra.
Los resultados del experimento, publicados recientemente en la versión en línea de la Revista Internacional de Astrobiología, son alentadores para astrobiólogos y científicos que vienen aprovechando el potencial de la papa para alimentar a la población de un planeta cada vez más caliente y abarrotado.
David Ramírez, ecofisiólogo de cultivos del CIP y autor principal del estudio, detalla cómo él y sus colegas colocaron en gránulos de turba plántulas in vitro de 65 genotipos diferentes de papa y las regaron durante dos semanas al cabo de las cuales las trasplantaron a macetas que contenían suelo de La Joya, y a macetas con suelo de turba, como control. Dichas plántulas incluían cinco variedades mejoradas, 22 variedades nativas de papa y 38 clones avanzados provenientes de la población de mejoramiento con resistencia a virus para tierras bajas tropicales (LTVR) del CIP.
Según los reportes del equipo, el 40 por ciento de esos genotipos lograron crecer en el suelo de La Joya y algunos incluso produjeron pequeños tubérculos, lo que indica su potencial para producir papas en el suelo polvoriento de Marte. Sin embargo, Ramírez señala que las papas necesitarían crecer dentro de un recinto con presión atmosférica y temperatura controlada para sobrevivir en Marte, lo que requiere más investigación.
“Con este estudio, tenemos los fundamentos para contribuir al denominado ‘Sistema de Alimentación Biorregenerativa’ propuesto por las agencias espaciales, basado en una agricultura espacial que use recursos locales —como el suelo— en las futuras misiones a Marte”, señala Ramírez.
Explica que el suelo de La Joya, al igual que el de Marte, tiene “las más altas condiciones de salinidad reportadas en los estudios científicos de la papa”, y que las futuras investigaciones en esta área podrían incluir metodologías de prueba para reducir la salinidad del suelo usando nanotecnología, o microorganismos que degraden la materia orgánica, los que potencialmente podrían reciclarse de los desechos producidos por la tripulación de una expedición a Marte. Ramírez indica que los resultados del experimento también son aplicables a la agricultura en la Tierra, donde la salinidad del suelo amenaza la productividad de las tierras de cultivo en muchas regiones.
“Es extremadamente importante evaluar las plantas bajo esas condiciones adversas”, subraya Ramírez. “La salinidad del suelo es un problema que se está intensificando en las áreas del mundo donde trabaja el CIP. Investigación de este tipo nos ayuda a aprender cómo responderá la planta de la papa a las condiciones del futuro y, lo que es más importante, cómo podemos ayudar a los agricultores a lidiar con esas condiciones”, prosigue.
Walter Amorós, mejorador del CIP y coautor del artículo, destaca que las dos papas que produjeron los tubérculos más grandes en el suelo de La Joya son producto de la población de mejoramiento con resistencia a virus para tierras bajas tropicales del CIP (LTVR), que los mejoradores vienen desarrollando para producir nuevas variedades de papa resistentes a virus, de maduración precoz y tolerantes a sequías, calor y suelos salinos. Explica que los investigadores del CIP están cruzando esos dos genotipos con los padres en la población de mejoramiento LTVR para mejorar la tolerancia a la sal de las futuras variedades.
“El experimento nos está ayudando a generar nuevos híbridos de papa y poblaciones de mejoramiento apropiadas para zonas como Bangladesh y los países del Asia central que requieren papas que puedan tolerar esta clase de estrés”, complementa Amorós.
Refiere que la papa con el segundo mejor rendimiento en el experimento de Marte fue liberada como nueva variedad en Bangladesh en 2016 y ahora se está sembrando en áreas costeras de ese país que sufren intrusión salina, un problema que se estima afectará a más tierras de cultivo a medida que el cambio climático ocasione subidas en el nivel del mar. Fue uno de los varios clones LTVR que el CIP envió al Instituto de Investigación Agrícola de Bangladesh, que continúa evaluando otros en el sur de ese país. La salinidad del suelo también constituye un problema en áreas secas donde las tierras de cultivo se riegan durante muchos años, como en la cuenca del Mar de Aral en Asia Central, donde el CIP está trabajando con los socios locales para evaluar y liberar nuevas variedades de papa.
“Los países de todo el mundo tienen áreas con condiciones desérticas, y el futuro querrán considerar sembrar papas en ellas”, observa Amorós. “Lo que me hace feliz no es tanto que estas papas puedan sembrarse en Marte algún día, sino que este experimento nos ha ayudado a identificar las papas que pueden ayudar a los agricultores a producirlas en áreas de este planeta donde actualmente no es posible”, añade.
Enlace al artículo en International Journal of Astrobiology: