Fanny Vargas y cómo leer las historias ocultas en un herbario

Cuando Fanny Vargas mira un espécimen del herbario, ve más que una planta capturada en el tiempo: ve toda su historia adherida a ella como polen fino. Puede imaginar las alturas que cortan la respiración donde fueron colectadas, las grietas rocosas en las que obstinadamente crecieron las plantas, los extenuantes viajes que con frecuencia desafían la muerte que hicieron los recolectores con el fin de preservar para la posteridad el conocimiento arraigado en la morfología y el ADN de las plantas.

Durante 34 años, como miembro y supervisora del equipo que trabaja en el herbario del Centro Internacional de la Papa, Fanny ha distribuido hojas y pétalos en láminas de papel libres de ácido. Sus manos trabajan con precisión quirúrgica para adherir meticulosamente los tallos y las flores con pegamento y tiras finas de papel. Artista y científica en partes iguales, crea composiciones que son fieles a la ciencia y al espíritu de la flor que está catalogando.

“Estoy trabajando en un legado que tocará al futuro”, dice Fanny. “Los herbarios son como una biblioteca que proporciona información sobre una especie de planta recolectada. Se encuentra información morfológica, pero también información acerca de dónde se recolectó la planta, cómo era el clima, a veces hasta se conserva el aroma de las flores, te transporta en el tiempo y el espacio hacia donde se encontró el espécimen”.

Aprendiendo del maestro de la papa, Carlos Ochoa

Fanny aún cursaba el último semestre en la Universidad Agraria —ubicada justo enfrente de los campos del CIP— cuando se unió por primera vez al equipo del herbario. Era el año 1984 y Carlos Ochoa estaba al mando. Fastidioso y exigente, Fanny se dedicó a ayudar a Ochoa en su infatigable búsqueda para encontrar, identificar, preservar y difundir información sobre las especies de papa del mundo.

El trabajo comenzaba temprano a las 6.30 a.m. incluso los sábados. Otros practicantes venían y se iban, pero Fanny completó su aprendizaje y asistió a Ochoa hasta que se retiró y su protegido, Alberto Salas, asumió el mando. “El trabajo era interminable y a menudo tedioso”, recuerda Fanny. Pero con el transcurso del tiempo se dio cuenta de su importancia. Ochoa se estaba dedicando a mitigar el hambre y la pobreza a través del cultivo de la papa. Para ese empeño era crucial catalogar y conocer a la papa en su hábitat natural así como la profundidad de la diversidad genética disponible para el mejoramiento de las plantas.

“Extraíamos cientos de especímenes diariamente de los estantes del herbario”, señala Fanny. “Ochoa examinaba cada lámina colocando una lupa a milímetros de su ojo”. A medida que escrudiñaba cada detalle iba pensando en voz alta para descifrar la variedad y generalmente ofrecía sabrosos indicios de dónde había sido recolectada: “esta la encontré en una cueva”, susurraba.

Como Fanny ayudaba a Ochoa mientras él trabajaba en su libro definitivo, Las Papas de Sudamérica, Fanny aprendió a ver las historias detrás de cada planta y la importancia de su propio trabajo.

Historia de dos solanum acaule

Ver a Fanny trabajar siempre es reconfortante. “Las plantas exigen que se les trate con paciencia”, indica . “Nada puede hacerse con apuro. Este trabajo me ha dado una filosofía en la vida, me enseño a apreciar el momento”.

Con el tiempo, las hojas de papel mecanografiado fueron reemplazadas con adhesivos de código de barras, pero la información sigue siendo la misma, el dónde, cuándo y quién recolectó una especie, junto con las coordenadas GPS y la altitud. En poco más de medio siglo de existencia, el CIP ha acumulado más de 21,816 accesiones de un total de más de 70,100 láminas y es ampliamente reconocido como uno de las más exhaustivos herbarios de papa, camote, y raíces y tubérculos andinos del mundo.

Cada planta recolectada es regenerada por el banco de germoplasma para aumentar el material genético disponible de una determinada población. Los registros visuales guardados de las generaciones subsiguientes y de los nuevos viajes de recolección muestran como el ambiente de una planta impacta en su crecimiento. Entre las miles de muestras que Fanny ha catalogado hay dos de Solanum acaule que a pesar de pertenecer al mismo inventario lucen muy diferentes una de la otra. La muestra original fue colectada a 4,000 metros, donde las temperaturas caen por debajo del punto de congelación, tiene pequeñas hojas agrupadas que crecieron cerca del suelo. “Es como si trataran de acurrucarse en el suelo en busca de calor”, relata Fanny.

La muestra más tardía se regeneró en un invernadero en Huancayo a 3,200 metros y tiene grandes hojas esparcidas como si tomara perezosamente el sol.

Con la población mundial acercándose rápidamente a los 8 mil millones de habitantes y la urbanización superando al campo, las formas en las que los herbarios ayudarán a profundizar nuestra comprensión acerca del comportamiento de las plantas será aún mucho más importante.

“Los hábitats donde se recolectaron muchas de estas plantas han desaparecido”, afirma Fanny. “Las especies se están perdiendo más rápido de lo que el ser humano puede salir a buscarlas. Las muestras del herbario son solo el inicio. A medida que la ciencia avanza estos especímenes se convertirán en un oasis en el desierto debido a toda la información que son capaces de brindar!, añade.

Herbarios, más allá de la precisión fotográfica

Algunos de los principales taxónomos del mundo, como John Wood y DF Austin, han visitado el herbario del CIP. Empeñados en examinar los registros, han reclasificado especímenes y verificado otros.

A diferencia de una fotografía que se limita a lo que se capturó en un momento dado, «un herbario proporciona precisión hasta el nivel de milímetros», explica Fanny. Los pelos finos en una planta se pueden medir y contar. Las variaciones sutiles pueden hacer una gran diferencia.

“Los herbarios son vitales para poder entender y descifrar estas diferencias», añade Fanny. «Las plantas pueden parecer casi idénticas para el ojo no entrenado. Los herbarios ofrecen precisión».

Escribiendo una carta para el futuro

Cada vez que cataloga una nueva accesión, Fanny se siente como un puente entre el pasado, el presente y el futuro. Ella ha memorizado el espacio de su lienzo, sabe instintivamente cuando necesita girar una hoja para que armonice en la página y no se salga por el borde.

Para ella, preparar un espécimen es como enviar un mensaje a través del tiempo. Sabe que portará las historias de la planta, de su medio ambiente y de las personas detrás de ella: Ochoa, Salas, el CIP, ella misma, a las generaciones futuras. «Es como dejar una nota que la gente leerá dentro de 100 años», dice. «Recoger estos especímenes es lo más hermoso. A todas las flores, les estás dando un bello final para ayudar a mejorar la tierra». Pero en un herbario, el final de una planta es solo el comienzo de su historia. «Estas plantas seguirán siendo inmortales», finaliza Fanny con una sonrisa.

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